Con el paso del tiempo y la edad, los huesos se debilitan, hasta los 30 años la masa ósea se regenera o restablece con facilidad, a medida que nuestro cuerpo envejece es más difícil la reconstrucción de los huesos.
Es necesario mantener una alimentación rica en calcio, hierro, vitaminas y tener una rutina de ejercicio físico, estos hábitos contribuyen a la formación de los huesos, de esta forma, ayudamos a nuestro organismo a ser menos propensos de contraer enfermedades relacionadas al mal funcionamiento y desgaste de los huesos, como la osteoporosis, esta enfermedad se caracteriza por la pérdida de densidad de la masa ósea, en su estado más avanzado puede provocar el rompimiento o fractura involuntaria de los huesos, las partes más afectadas son: la cadera, columna vertebral, pelvis y la muñeca. Una fractura en la cadera imposibilita la movilidad del cuerpo, y puede desencadenar otras complicaciones como trombosis venosa profunda, tromboembolismo pulmonar y neumonía, las fracturas a nivel vertebral pueden producir la reducción de la capacidad respiratoria.
Hay mayor riesgo de disminución de la masa ósea en personas con más de 60 años, pequeña estatura y contextura delgada, antecedentes familiares de osteoporosis o artritis y aquellas personas que padecen otras enfermedades como: hipertiroidismo, afección pulmonar crónica, síndrome de Cushing, esclerosis múltiple, artritis y cáncer de mama.
La densidad ósea se mide por medio de una exploración radiográfica denominada densitometría, si de esta prueba se deriva que ha habido una disminución de los valores normales, es probable que se haga uso de los bifosfonatos, son medicamentos que se toman para el fortalecimiento de los huesos, aunque existen otros medicamentos vía oral que estimulan la producción de osteoblastos (células encargadas de la formación y dureza del hueso).
La alimentación y el ejercicio son vitales para el buen funcionamiento de nuestro cuerpo, debe incorporarse a la dieta alimentos como leche y yogur descremados, jugo de naranja, vegetales de hoja verde como brócoli y espinaca, cereales fortificados con vitaminas y hacer actividad física al menos 30 minutos de tres a cuatro veces por semana. Los ejercicios cardiovasculares como caminatas, trotes y aeróbicos son los aconsejables, así como prácticas de relajación como el yoga y el taichí.